Qué medidas son realmente necesarias y efectivas en relación a la ventilación de edificios y para la prevención y la lucha contra el COVID-19 teniendo en cuenta que el aire no es vector de transmisión.

Qué medidas son realmente necesarias y efectivas en relación a la ventilación de edificios y para la prevención y la lucha contra el COVID-19 teniendo en cuenta que el aire no es vector de transmisión.

“No se considera razonable el incremento del caudal o del horario de ventilación de forma indiscriminada, la no utilización de recuperadores por su bajo o nulo riesgo de transmisión del COVID-19, el incremento de filtrado o la monitorización sin objetivos concretos.”

“La mayoría de edificios que hacían correcta el mantenimiento, el control de la calidad del aire y que cumplían con la normativa vigente no deben hacer ninguna actuación adicional en las instalaciones”

“El coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y requiere de acción continua” Según afirmó Antonio Guterres, Secretario General de la ONU

“…no se puede afirmar que el aire es un vector de transmisión, de acuerdo con los informes de la OMS a día de hoy.”

Nuria Oliva Alonso. Ingeniera Jefe Unidad de Mantenimiento, Instalaciones y Energía de la Oficina Técnica de Obras y Mantenimiento de la UNED.

Marc Blasco Chabert. CEO de Simbioe Facility Management S.L.

  1. La lucha contra el COVID-19 sin perder de vista la crisis climática.

Hace sólo tres meses, el gran problema para la humanidad era el cambio climático. La pandemia generada por el COVID-19 ha abierto un paréntesis que nos ha hecho olvidar todo lo demás, pero la realidad es que, igual que hace tres meses, el problema más grave que hay que afrontar es el cambio climático.

Todos los que trabajamos en la gestión de edificios, activos, instalaciones, gestión de mantenimiento y/o gestión energética, llevamos años intentando definir e implantar medidas de eficiencia energética viables no sólo técnicamente, sino también desde el punto de vista económico y de rentabilidad1. Pero todo este trabajo de años corre el riesgo de desaparecer, arrastrado por el embiste de medidas supuestamente asociadas con la lucha contra el virus.

Todos estamos en esta lucha. Todos trabajaremos para que los edificios que gestionamos sean espacios lo más seguros posible para sus usuarios y ocupantes, pero apelamos a la responsabilidad que cada uno, desde nuestro puesto de trabajo, debemos ejercer para no dejarnos llevar por el miedo o la comodidad o una falsa delegación de funciones en otros con la excusa de prioridades asociadas con la salud que no son nuestra competencia directa. No hay ninguna unidad de gestión que tenga prevalencia sobre otra porque todos tenemos el mismo objetivo, no poner en peligro a los usuarios de los edificios, pero por eso tenemos que ser más rigurosos que nunca en la exposición de los argumentos, incluso aunque no sean los más populares en este momento. Es deshonesto dejar que actuaciones poco fundamentadas se impongan, sólo porque es un momento difícil para tomar decisiones o tener opiniones diferentes. Y volvemos a insistir, la lucha contra el COVID-19 es una urgencia, es importante, pero estamos seguros de que es algo puntual. La lucha contra el cambio climático es una urgencia, es importante y no es puntual.

Según afirmó Antonio Guterres, Secretario General de la ONU en la presentación del informe sobre el Estado del Clima Mundial realizado por la Organización Meteorológica Mundial, “El coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y requiere de acción continua”

Desde la preocupación que nos está generando mucha de la documentación/información que se está publicando en estos días desde distintas fuentes, queremos aportar una visión práctica que nos permita evaluar la viabilidad técnica de aplicación de algunas de las medidas que se están proponiendo, así como la base científica que las soporta, o no, porque entendemos que seremos profesionales más responsables si somos capaces de conciliar lo necesario con lo viable, y no aprovechar este momento para que verdades a medias o interpretadas se conviertan en norma. Debemos aportar información rigurosa que ayude a los que tienen que tomar decisiones en estos momentos. Hay que evitar interpretaciones, que en algunos casos podrían parecer interesadas, hay que evitar asustar a los usuarios de nuestros edificios, hay que aportar confianza desde el rigor y, además, hay que evitar que las medidas contra la pandemia tengan un efecto negativo sobre sobre el medio ambiente y el cambio climático, porque cada medida en contra del cambio climático tiene consecuencias irreversibles que afectan directamente a la salud pública hoy y en el futuro.

Por eso hoy consideramos que, con la información disponible y contrastada en este momento, no se puede afirmar que el aire sea un vector de transmisión ya que no existe evidencia científica para ello. La OMS no ha cambiado su criterio en relación con la transmisión del COVID-19 a través del aire desde el 29 de marzo que publicó el informe técnico en el que insistía sobre la escasa evidencia científica que existe sobre la posibilidad de que el nuevo coronavirus se transmita por el aire, salvo en circunstancias y entornos específicos en los que se realizan procedimientos o tratamientos de apoyo que generan aerosoles en el entorno sanitario donde se traten enfermos de COVD-192.

Sí es cierto que una adecuada climatización y/o ventilación natural es fundamental para lograr el bienestar térmico de las personas y también es cierto que la calidad del aire interior es un elemento fundamental para el bienestar de las personas, ya sea en sus hogares, en el trabajo o en lugares de ocio. Efectivamente, ventilar los espacios ayuda a diluir patógenos, el COVID-19 y cualquiera que haya en el ambiente.

Por lo tanto, a partir de estas certezas, nos hacemos varias preguntas, en relación con algunas de las medidas que se están proponiendo, sobre todo, porque en muchos casos se especifica junto a la medida, que se recomienda incluso en detrimento de la eficiencia energética porque la medida tiene un efecto directo en la lucha contra el COVD-19:

  1. ¿ES NECESARIO INCREMENTAR EL CAUDAL O EL HORARIO DE VENTILACIÓN MECÁNCIA?

¿Por qué hay que incrementar la ventilación en los edificios, en caudal y en horario? ¿Por qué hay quien recomienda incluso ventilar cuando los edificios están vacíos?

La ventilación es necesaria. Sin duda. Pero también sabemos que es una medida con un coste energético importante, por lo que, hay que controlar cómo y cuánto se ventila.

Incremento de horario: Las recomendaciones para ventilación natural, antes y durante de la pandemia, establecen períodos de 5 minutos de ventilación natural porque son suficientes para conseguir las mejoras que aporta la renovación de aire y tienen un impacto mínimo en cuanto a coste energético.

No es comparable abrir una ventana durante 5 minutos con tener 24 horas operando una instalación mecánica en cuanto a consumo eléctrico, consumo energético, costes de mantenimiento o emisiones de CO2.

Por lo tanto, las medidas de ampliación de horarios de ventilación no son más que un derroche energético: ventilar sí, pero sin alterar la operación habitual de nuestras instalaciones, ya que, no aporta ninguna ventaja adicional en la lucha contra el virus y sin embargo, supone un incremento de emisiones muy importante.

Incremento de caudal en la ventilación mecánica: en la mayor parte de los casos esta medida es inviable técnicamente. Las unidades de tratamiento de aire existentes, en su mayoría, son a caudal constante. La modificación en poleas y correas que exige no siempre es posible y cuando lo es, reducen rendimiento y aumentan el disconfort acústico y térmico asociado a las corrientes que genera el aire moviéndose más rápido que, dicho sea de paso, también ayudan a desplazar los patógenos a mayor distancia.

En estos casos la mejor alternativa es la reducción de aforo, ya que la tasa de aire exterior por persona es directamente proporcional al caudal e inversamente proporcional al número de personas. Las medidas de distanciamiento social (reubicación de puestos de trabajo, establecimiento de turnos, teletrabajo, etc.) que sí está demostrado que combaten la transmisión, de hecho suponen una reducción del aforo real simultáneo.

Luego, de nuevo ¿por qué hay que alterar la operación habitual de las instalaciones de ventilación mecánica si no afectan a la transmisión del virus y penalizan las emisiones?

  1. ¿TIENE SENTIDO LA NO UTILIZACIÓN DE RECUPERADORES DE ENERGÍA?

¿Por qué se ha recomendado no utilizar los recuperadores rotativos para evitar posible contaminación del aire exterior con el de recuperación?

De nuevo, el aire no es vector de transmisión y los recuperadores tienen muy controladas las fugas, pero aún cuando se quiera considerar que la fuga existe, analicemos la yincana que le supone a un núcleo goticular de diámetro inferior a 5 µm recorrer todo la red de conductos de retorno, llegar al recuperador, acertar a pasar por el posible espacio de fuga, volver al circuito de impulsión, llegar de nuevo a otro espacio y acertar otra vez en la mucosa de una persona. Y todo esto, con carga viral suficiente para contagiar al usuario. ¿De verdad?

  1. INCREMENTO DE LA FILTRACIÓN

Se está proponiendo colocar sistemas de filtración F9 en equipos existente que son filtros de alta eficacia capaz de filtrar partículas de 1 a 10 µm. Pero, cómo se espera que se pueda mejorar la filtración de las unidades de tratamiento de aire a F9 al menos, cuando se sabe que no están diseñadas para alojar estos filtros y que además aumentará la pérdida de carga de forma significativa.

Sabemos que aproximadamente el 70% (el 80% según fuentes) de los edificios existentes son anteriores al código técnico. Esto implica que sus instalaciones son anteriores al RITE 2007 vigente. No son ilegales, son anteriores a la normativa actualmente vigente que, en ningún caso, contempla la obligación de adecuación de instalaciones existentes. En aquellos edificios en los que existen unidades de tratamiento de aire primario anteriores al RITE 2007 (en muchos no las hay porque no eran preceptivas cuando se construyeron), no hay filtros F9, hay filtros del tipo G4 habitualmente, que filtran partículas de más de 10 µm.

Somos conscientes de que para poder retener el virus en los filtros sería necesario un filtro del tipo F9 o similar, pero lo que estamos indicando es lo poco probable que es que un virus llegue a un filtro o la imposibilidad de adaptar los equipos existentes para colocar estos filtros, además del derroche energético que supone.

Cambiar el sistema de filtración en equipos existentes es el la mayoría de casos imposible. Ni caben en las secciones de filtrado los filtros F9 ni los equipos soportarían la pérdida de carga asociada con esos filtros.

Por supuesto la opción pasa por cambiar las UTAs o añadir algún sistema de filtrado adicional.

Pero de nuevo, ¿por qué hay que mejorar la filtración como medida contra el COVID-19 si el aire no es vector de transmisión?

No estamos en contra de la filtración, una mejora en la filtración se traducirá en una mejora de la calidad de aire, en lo que afecta a la reducción del tamaño de partículas en suspensión. Estamos en contra de la insinuación de que se asocie este cambio con el COVID-19.

  1. FUNCIONAMIENTO DE LOS FAN COILS 24 HORAS AL DÍA

¿Por qué se recomienda tener los fan-coils en funcionamiento 24 horas para que los filtros retengan el virus que queda en el aire, cuando los filtros de los fan-coils nunca podrían retener partículas tan pequeñas?

Los filtros de los fan-coils son habitualmente G2, G3. Obviamente partículas de 5 µm no se quedan en estos filtros. Luego, para qué hay que tener el fan-coil 24 horas funcionando si aunque existiera una partícula de 5 µm con COVID-19, sólo conseguiría moverla dentro del propio local en un supuesto ciclo permanente.

¿Qué ventaja proporciona en la lucha contra el COVID-19? Porque lo que sí está claro es que tiene un impacto negativo en cuanto a cambio climático porque, se pasa de funcionamiento medio de 12 horas diarias en días laborables a un funcionamiento de 24 horas y 7 días, lo que supone un incremento de consumo eléctrico y, por lo tanto, de emisiones del 180% (considerando que no tenemos las producciones de agua ni las distribuciones 24 horas y mantenemos esos horarios sin modificación y sin considerar el incremento en costes de mantenimiento y sustitución de motores de ventilador).

Además, la medida suele ir acompañada de una recomendación de que los fan-coils funcionen a la velocidad más baja, para evitar corrientes de aire que desplacen el patógeno. Esto va a suponer en muchos casos que el rendimiento del fan-coil baje y no sea capaz de climatizar el espacio, lo que lleva el incremento del consumo al absurdo, ya que ni siquiera se va a garantizar el confort térmico en las horas de ocupación.

Porque lo que es imposible de todo punto es que el motor de un fan-coil pueda vencer la carga de un filtro F9, en el supuesto de que se pudiera acoplar al equipo, también prácticamente inviable.

En este caso, no encontramos ninguna justificación a la propuesta y sí un preocupante efecto negativo en el medio ambiente.

  1. MEJORA DE LA CALIDAD DE AIRE INTERIOR

¿Por qué se propone la monitorización en continuo para mejorar la calidad del aire como medida en la lucha contra el COVID-19?

La parte 2 de la UNE 171330 establece como parámetros mínimos a medir en una inspección de calidad ambiental en interiores:

  • Temperatura y humedad relativa y/o valoración del confort térmico
  • Dióxido de carbono
  • Monóxido de carbono
  • Partículas en suspensión (PM10)
  • Bacterias y hongos en suspensión (los más habituales en el aire).

Además fija otros como optativos, entre ellos COV (compuestos orgánicos volátiles).

¿qué parámetro hay que medir y para qué se va a utilizar? Porque se supone que la medida del parámetro tiene que permitir iniciar una actuación correctora: si hay exceso de CO2 o CO, habrá que actuar sobre la ventilación, si hay partículas habrá que revisar si los filtros están sucios y mejorar la limpieza en el edificio, si hay problemas de temperatura, habrá que actuar en consecuencia, si es humedad lo que falta o sobra, el sistema de humectación/deshumectación, si se detectan hongos o bacterias hay que pasar a una actuación de higienización… Pero insistimos, tanto antes como después del COVID.

Si sólo atendemos a lo que se puede hacer con las instalaciones en funcionamiento ¿tienen los edificios instalaciones que permitan todos estos ajustes? ¿tenemos control sobre la operación y funcionamiento de los fan-coils individuales? ¿todos los climatizadores incorporan variadores de frecuencia y la programación está perfectamente ajustada para evitar arranques y paradas constantes?

No estamos en contra de la mejora de la calidad, pero de nuevo, estamos en contra de intentar asociar la calidad de aire interior y el COVID-19 y de intentar provocar que se realicen actuaciones precipitadas en los edificios.

El planteamiento a realizar para la mejora de la calidad de aire interior de los edificios no es sencillo. Hay que realizar un estudio detallado y riguroso porque puede tener implicaciones en muchos elementos, desde el propio edificio y su arquitectura para ubicar nuevos equipos, patinillos, etc. hasta las instalaciones de producción de calefacción o refrigeración si tienen que atender nuevas demandas e incluso sobre la potencia contratada para poder asumir los nuevos consumos eléctricos. Además, como venimos insistiendo, hay que buscar soluciones con una alta eficiencia energética para intentar que el incremento de emisiones que seguro se van a producir, sean el menor posible.

Tampoco estamos en contra de la monitorización en continuo. Está claro que cuantos más datos se registren en un edificio, más posibilidades habrá de que se puedan utilizar en la operación de las instalaciones, seguro para mejorar la eficiencia energética y, si se cuenta con las instalaciones adecuadas, para mejorar la calidad de aire interior. No es sencillo y no basta con monitorizar. Hay que contar con sistemas inteligentes que sean capaces de interpretar de forma coherente los datos y aplicar las actuaciones en la operación de las instalaciones más adecuadas en cada caso. Pero la monitorización en continuo de parámetros es una herramienta útil y necesaria. No está implantada en muchos edificios existentes, es costosa de implantar fuera del período de construcción, pero sin duda útil y eficaz cuando está correctamente diseñada y ejecutada.

Por supuesto, si en algún momento, hay evidencia científica en relación con la transmisión aérea del COVID-19, se tendrán que replantear todas las medidas porque la realidad es que en muchos edificios, no se podrían aplicar y, por lo tanto, no quedaría otra alternativa que mantenerlos cerrados.

Hace unos días, el día 19 de mayo de 2020, el Consejo de Ministros ha aprobado el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética para remitirlo al Parlamento. Entre otros objetivos de la Ley, en la primera fase hasta 2030 se pretende reducir al menos un 20 % las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) respecto a los niveles de 1990 y mejorar la eficiencia energética en, al menos un 35%. Esta Ley será el elemento final, al menos de momento, a la normativa que en materia energética se ha ido publicando en los últimos años. Esperemos que el Ministerio de Transición Energética esté vigilando que todo este movimiento de lucha contra el COVID-19 no se haga con un coste irrecuperable para la eficiencia energética.

 

1 Recientemente el Tribunal de Cuentas Europeo (TCE) ha publicado el nuevo informe Eficiencia energética en los edificios con respecto al período 2014-2020, en el que se concluye que “La mejora de la eficiencia energética de los edificios es esencial para cumplir el compromiso de la UE de reducir el consumo de energía”, pero también se indica que “los fondos de la UE deben priorizar los proyectos que generan ahorro de energía y otros beneficios de manera rentable indicando”. Es decir, que es necesario insistir más en que los programas operativos y la selección de proyectos de eficiencia energética en edificios deben obedecer a una lógica de rentabilidad para que la UE logre sus objetivos de ahorro de energía

2 https://www.who.int/es/news-room/commentaries/detail/modes-of-transmission-of-virus-causing-covid-19-implications-for-ipc-precaution-recommendations